Hace poco leí una reseña sobre “El ocaso de los vivos” que decía que los personajes eran muy poco andaluces, así como el entorno, que apenas se mencionaba Sevilla, cuando yo “había dado a entender que así era”.
Bien, sin faltar a la comprensión lectora de nadie, ni buscando el que caigas en error, al igual que esta persona, voy a explicar brevemente lo relativo a la ambientación geográfica de la historia.
Antes, no me puedo resistir a hacer un breve comentario sobre lo “poco andaluz” de mis personajes principales:
Leo, Álex, Eli y Max, son, como cualquiera se habrá imaginado ya, disminutivos de Leonardo, Alejandro, Elia y Máximo.
Bien, después de un cuarto de siglo viviendo en Sevilla, en la capital, sin haberme ido a una cueva en la sierra ni nada por el estilo, puedo decir que conozco a más de cinco personas con esos nombres de masculinos, y, al menos, a tres con el femenino. Este último es cierto que es menos común, pero no por ello hay que tildarlo de poco andaluz.
Tal vez lo que se esperaba era encontrarse con Paco, José, Triana y Antonio. Pero… Si así fuera, qué aburridas serían las películas con todos los personajes llamados John, Jessica, Mike y Sarah, ¿Verdad? Si las historias “de zombies” ya tienden a entrar en muchos clichés, esto sería buscarle el cliché al cliché y, francamente, no veo el agujero por el que se sale el agua.
Igual es mi percepción, claro, después de tanto tiempo “tratando” con los personajes, pero no los veo menos andaluces por no tener el nombre que cualquiera de fuera espera escuchar.
Claro que, el problema, es el habla. Una novela ambientada en Sevilla, con personajes Sevillanos, aunque pueda parecer una locura, no tiene por qué tener diálogos con acento regional.
Yo hablo español, y, dentro de esto, tengo un marcado acento sevillano. Pronuncio más eses, convertidas en letras veladas, que el hablante promedio; aspiro los finales; mis jotas no son mucho más que haches con fuerza… (lo poetizo, porque no soy lingüista, y no quiero pecar de entendido cuando no me corresponde, pero el mensaje es claro y se entiende, creo).
Pero, cuando escribo, como hago ahora, no meto mi acento en mi redacción. Con los años sería imposible comunicarme con cualquiera que no tuviera el mismo acento que yo, eso teniendo en cuenta que la representación de estos sonidos regionales estuviera reglada de alguna forma…
No creo que deba decir mucho más al respecto. Que no se me malinterprete, esto no es una respuesta a la reseña, si no una reflexión que esta me provocó al leerla y que, creo, no está de más compartir con mis lectores que igual han llegado a pensar algo similar.
Con respecto a la ubicación, Sevilla, mi ciudad, puede parecer poco presente en la primera novela. Esto tiene una explicación: como punto principal, se desarrolla en la periferia, en concreto, en el barrio de Sevilla Este. Cualquiera que haya pasado por allí, sabrá que lugares emblemáticos no hay muchos y, los que están, no se topan con el “borde exterior” que forman las calles y avenidas (aún así, hay un par de guiños que, cualquiera que haya pasado por el sitio mencionado, reconoce fácilmente); en segundo lugar, y no por ello menos importante, está el narrador siguiendo a los hermanos. Salto a otro párrafo porque igual necesita su propio espacio.
En todo momento, no hay nada que narre que no esté en la cabeza de alguno de los cuatro hermanos. Ya sea lo que ven, sienten u oyen. Siempre uno, al menos, es el “protagonista”. Esto se puede ver muy bien en el final de la novela, donde el punto de vista resulta vital, y siempre está enfocado a los hermanos, de uno en uno.
Pero no me quiero adelantar tanto, y así puedo evitar también los “spoilers”, por lo que volvemos a la explicación inicial: Sevilla y su “falta” de presencia.
Cuando los hermanos salen a la calle (no es spoiler porque la propia sinopsis adelanta este evento, convirtiendo al primer bloque en lo que siempre quise que fuera, una narración de la caída de todo y el cómo esto llega a los protagonistas), es de noche, en un barrio que ya ha cambiado, y necesitan protección y comida.
El punto de vista, nuevamente, es el que me lleva a no estar diciendo cada calle, avenida, esquina, plaza, bar o parque. ¿Quién se detendría a pensar en una guía turística en un momento así? Conocen el sitio, saben llegar por atajos y calles secundarias, y están en un barrio alejado de lo que el ciudadano de a pie conoce y casi tiene como saber popular.
Esto, y ya es precipitarme en los adelantos, no será igual en la segunda parte (sí, cuando se habla de “Saga del Ocaso” es a sabiendas de que van a llegar más novelas), donde los sitios serán más reconocibles, por cómo se desarrolla y cuenta la historia. Aunque no perderé ese punto de vista tan particular de cada uno de los personajes que aparezcan en ella, porque, creo, que es con lo que he podido acercarme más al género del thriller y salirme de lo que prometían ser unas páginas sangrientas sin mucho más que contar.
Gracias por haberme dedicado tu tiempo leyendo estas reflexiones en voz alta, o en tinta digital, y espero que hayas disfrutado de la lectura de “El ocaso de los vivos”. Si no lo has leído aún, pincha aquí para saber qué opciones de lectura tienes.
Siempre a tu disposición en redes o vía mail,
nos leemos pronto,
Juanma.